¿Alguna vez te has propuesto ser constante en algo, pero simplemente no logras mantener el hábito? Tal vez te ha pasado con el ejercicio, la lectura, o incluso con tu trabajo
diario. Seguro que lo has intentado, y quizás hasta lo conseguiste en algunos aspectos de tu vida… pero no tienes claro cómo lo lograste ni cómo volver a hacerlo cuando pierdes el ritmo. Esta sensación de incertidumbre es frustrante. Quieres volver a ese estado de disciplina, de consistencia, pero parece que no puedes encontrar el camino de regreso.
Y lo peor de todo es que cuando intentas recordar cómo se sentía ser disciplinado, puede que te encuentres con un vacío. Te esfuerzas en recordar esas veces que fuiste constante, pero la verdad es que no te sientes ni más importante, ni más poderoso, ni mejor que antes.
Lo que ocurre es que, como seres humanos, tendemos a buscar evidencias de progreso en cómo nos sentimos. Si creemos que estamos enfermos, por ejemplo, lo primero que hacemos es prestar atención a nuestro estado de ánimo antes de observar síntomas físicos. Esto sucede porque nuestras emociones nos sirven como una brújula, indicándonos si vamos en la dirección correcta.
Y estoy seguro de que te ha ocurrido: piensas que te estás enfermando porque te sientes agotado, pero luego de un buen descanso, te das cuenta de que solo estabas cansado. Esta experiencia nos demuestra que los sentimientos, aunque útiles, no siempre son confiables. Sin embargo, seguimos buscando señales emocionales como indicadores de nuestro progreso. Esto también aplica cuando intentamos ser disciplinados.
Es completamente natural que busques un sentimiento particular que te indique que estás en el camino correcto. Después de todo, parece que cada aspecto importante de la vida tiene un estado emocional asociado: te sientes seguro y enamorado cuando tienes una buena pareja, te sientes valorado cuando haces un buen trabajo y te lo reconocen, y sientes que tu esfuerzo en el gimnasio da frutos cuando tus músculos están hinchados y adoloridos tras entrenar.
Pero cuando se trata de disciplina, ¿cómo sabemos si estamos progresando si no hay un sentimiento evidente que lo indique? Es aquí donde las cosas se complican, porque la disciplina, a diferencia de otras áreas, no siempre va acompañada de una sensación placentera o emocionante. Y este es uno de los mayores obstáculos que enfrenta la gente cuando intenta ser disciplinada: confunden la falta de emoción con la falta de progreso.
Déjame decirte algo que puede cambiar tu perspectiva: la disciplina no se siente como algo en particular. De hecho, muchas veces no se siente como nada en absoluto, y eso es bueno. A veces, ser disciplinado significa no sentir nada, ni positivo ni negativo, y esta es una señal de que has integrado ese hábito en tu vida diaria.
Pensemos en el ejercicio, por ejemplo. Es fácil enamorarse de hacer ejercicio porque, mientras lo haces, tu cuerpo segrega endorfinas y dopamina, lo que te hace sentir bien. Además, ves los resultados en tu físico, te sientes con más energía, y hasta recibes elogios de los demás. Pero, ¿crees que la disciplina de pagar tus cuentas todos los meses se siente igual? Probablemente no.
Si alguna vez has sido disciplinado con tus finanzas, sabrás que pagar las facturas no es un proceso que te haga sentir increíble. En el mejor de los casos, sentirás alivio por haber cumplido con una responsabilidad. Pero ese alivio no tiene tanto que ver con la disciplina, sino más bien con el hecho de haber solucionado un problema.
Entonces, cuando eres disciplinado en áreas menos emocionantes de tu vida, como pagar las cuentas o llevar un control estricto de tus tareas, es posible que no sientas nada en particular. Y eso no solo es normal, sino que es una señal de que has avanzado. Significa que esa tarea, que antes te exigía esfuerzo y fuerza de voluntad, ahora se ha convertido en algo tan automático que ya no requiere de tu energía mental.
Es posible que también tengas hábitos como afeitarte todas las semanas o pintarte las uñas con regularidad. Quizá te resulte placentero porque disfrutas del proceso, o puede que lo veas simplemente como otra tarea que debes cumplir. Pero lo importante aquí no es lo que sientas al hacerlo, sino que ya no te cuesta esfuerzo realizarlo. Y eso es lo que debes buscar cuando se trata de la disciplina: convertir las tareas en hábitos que no te demanden tanto esfuerzo emocional o mental.
Ahora, esto no significa que la tarea se haya hecho más fácil. Lo que ha ocurrido es que tú has crecido, te has adaptado, y ahora esa actividad que antes te costaba esfuerzo ha dejado de ser un desafío. En cierto sentido, podríamos decir que la emoción que buscas al ser disciplinado es la de la indiferencia.
Pero, cuidado. Esta indiferencia no es una apatía. Es una indiferencia emocionalmente inteligente. Es la capacidad de aprovechar el hecho de que una tarea ya no te desafía para seguir avanzando en otras áreas de tu vida. Por eso, ser disciplinado no se trata solo de repetir una tarea hasta que se convierta en hábito, sino de hacerlo de manera consciente, reconociendo su importancia.
Pongamos el ejemplo de un chef. Tal vez a este chef no le gusta lavar los platos. Pero si es consciente de su oficio, sabe que lavar los platos es una parte fundamental del proceso culinario. Un plato mal lavado puede afectar el sabor y la presentación de la comida. Así que, aunque el chef no ame la tarea de lavar platos, puede verla con gratitud porque sabe que es vital para su trabajo.
De la misma manera, en la vida diaria, la verdadera disciplina no está completa sin un alto grado de autoconciencia y gratitud. Y aquí es donde entra en juego la meditación y el diario de gratitud. Estas prácticas te ayudan a mantener una perspectiva clara y a valorar incluso las tareas más monótonas, porque reconoces su impacto a largo plazo.

En mi programa APR – Acelerador de Personas y Resultados, te enseño cómo incorporar estas herramientas en tu vida para que puedas desarrollar una disciplina sólida y consciente. Te mostraré cómo la meditación y el agradecimiento pueden transformar la forma en que ves tus responsabilidades diarias y cómo llevar tu disciplina a un nivel superior.
La disciplina, como has visto, no siempre se traduce en emociones intensas, sino en aprender a valorar aquellas tareas que, aunque parecen insignificantes, son fundamentales para tu progreso. Estas actividades rutinarias no provocan grandes sensaciones, pero son el núcleo de una vida disciplinada y equilibrada.
Si esta explicación no te ha despertado grandes emociones, ¡perfecto! Eso significa que estás en el camino correcto: aceptar con serenidad lo “ordinario” y adaptarlo a tu rutina es la clave para ser verdaderamente disciplinado.
 
															 
															
